La tecnología está transformando el transporte a una velocidad y una escala sin precedente. Los sistemas de transporte del mañana estarán conectados y basados en datos, serán eléctricos y altamente automatizados y los servicios serán compartidos y a pedido.
Las ideas avanzan velozmente desde el concepto, la investigación, diseño, el banco de pruebas, su adopción inicial y, finalmente, su aceptación masiva. Según las proyecciones, este ritmo de innovación continuará acelerándose cada vez más.
Por ejemplo, se prevé que los vehículos autónomos constituirán alrededor del 25 % del mercado mundial en 2040; en Dubái, ya se están probando los taxis aéreos; para 2020, los drones de carga serán más económicos que las motocicletas para el reparto de pedidos.
Para 2021 están previstos tres sistemas Hyperloop. Los trenes de levitación magnética ya operan en Japón, Corea del Sur y China, y se están construyendo o se planifica usarlos en Europa, Asia, Australia y Estados Unidos.
Gracias a la utilización de la tecnología de cadena de bloques para racionalizar los procedimientos de embarque de exportaciones, se han reducido los tiempos de procesamiento y gestión de los documentos básicos, lo que ha aumentado la eficiencia y la fiabilidad.
¿A qué se debe esta súbita ola de innovación?
Son varios los factores que contribuyen a esta oleada de disrupción e innovación:
La velocidad con que se propaguen estas tecnologías dependerá de diversas variables:
¿Cuánto tiempo deberá transcurrir para que estas innovaciones sean técnicamente factibles y seguras, y puedan masificarse?
¿Con qué rapidez los consumidores y entes reguladores aceptarán estos cambios y se adaptarán a ellos?
En cualquier caso, puede suponerse con bastante seguridad que los cambios ocurrirán más rápidamente de lo esperado.
Por lo anterior, surge la cuestón: ¿Es la tecnología disruptiva una buena o mala noticia?
En el mejor de los casos, habrá muy pocos incentivos para que las personas posean un automóvil, ya que ello pasará a segundo plano ante el concepto de la movilidad como servicio (Mobility as a Service, o MaaS). Los vehículos de servicios de transporte privado de pasajeros (ride-hailing) serán compartidos con mayor frecuencia entre varios pasajeros al mismo tiempo, y con ello surgirán sistemas de transporte semipúblico. Se aliviará la congestión del tránsito por ejemplo, el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) estima que los vehículos autónomos podrían reducir la demanda de vehículos particulares en un 80%.
La demanda de energía y las emisiones de gases de efecto invernadero podrían reducirse de manera considerable dependiendo del grado en que se adopten los vehículos autónomos y eléctricos. Los tiempos de traslado de puerta a puerta se acortarán marcadamente a medida que entren en escena nuevos modos de transporte de alta eficiencia.
En el sector de embarques y logística, la tecnología reducirá el papeleo y rebajará notablemente los costos administrativos de la tramitación de los cargamentos, desde el productor hasta el importador final, que en la actualidad representan alrededor del 20% del costo total que supone transportar un contenedor.
No obstante, estas tecnologías disruptivas también podrían agravar los problemas de transporte y de uso de la tierra existentes y crear otros, por ejemplo:
¿Cómo deberíamos responder?
Esta nueva era de tecnología disruptiva exigirá cambios drásticos en materia regulatoria y hará necesario que las regulaciones tengan más en cuenta la acelerada evolución de los escenarios. Algunas de las formas en que podríamos responder son cada vez más evidentes:
Las tecnologías disruptivas transformarán indiscutiblemente la movilidad y esta transformación se dará más rápido de lo esperado.
Sin duda, no podemos predecir con certeza absoluta lo que significará la innovación para el transporte. Pero sí podemos estar preparados y planificar con tiempo para garantizar que saquemos el máximo provecho de lo que depare el futuro.
Founder & CEO LIS Software Solutions